En el trolley de San Diego al igual que en el metro de LA no vi ni cobradores ni guardias de seguridad, me pareció una invitación a colarse sin pagar. No entendía como la gente estaba tan domesticada como para pagar el servicio. Luego supe que en el metro habían espías vestidos de “fellow americans". Es la mirada vigilante de todos frente a todos, viajeros igual que uno, perverso. Ya no es necesario instalar la tecnología de los sistemas de vigilancia cuando se logra que el sujeto llegue a dudar lasta de la sombra que deja su cuerpo.
Son tecnologías del cuerpo, el dispositivo de la duda, el mundo visto desde un ojo de pez.
En Venice Beach, me encontré con la loquera urbana, ahí estaba lo que esperaba de LA, las tiendas de Medical Mariguana, los RV con hippies que han sobrevivido al tiempo, hipsters que siguen la onda, la tradición, juventud atrevida y todos sus colores frente a la playa el mix, la urbe. Una tarde perfecta, llenaban de aire. Pero la visibilidad solo puede hacerse posible frente a la mirada vigilante. ¿Todos estos colores necesitan un permiso?
SI
Prohibición por prohibición. De noche regresamos al espacio prohibido y la obsesión por el orden y control / vigilar y castigar. Es prohibido estar en la playa, sentir arena en los poros, sentir poros por poros, besarse, contemplar está prohibido, el mar, las estrellas.
Como si fuera una zona de frontera la policía patrullaba la playa con sus motos 4*4 y sus jeeps.
¿Absurdo?
A estos locos, hippies, mariguanos, squatts, se les ocurre armar bong fires ilegales. Tocar tambores, compartir. El fuego otra vez se vuelve pagano, más divertido no puede ser.
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