lunes, 2 de agosto de 2010

ALEJANDRO DE SAL

“Yo, en Vallarta, tres días sin dormir, sin lavarme los dientes o bañarme, en playa de los muertos. La playa gay, la de los chicos Kent: brillantes, musculosos, depilados, bronceados, casi de plástico. Yo, insolado y quemado por el sol, lleno de arena y sin un varo."

Desesperado decidí vender todas mis pertenencias: mi libro de Carlos Castañeda, mi Lonely Planet , toda mi ropa menos la que lleve puesta, mi reloj, las piedras que recogí en el camino, una gorra, gafas de sol, etc. Ya entrada la tarde tomo lo poco que me queda, mi mochila ahora es más holgada y me dirijo a la estación de bus. Los chilangos me acompañan. Llevo mi carné falsificado de la UNAM para pasarme por estudiante mexicano y obtener la tarifa estudiantil (casi la mitad). El bus más económico, toma la ruta mas larga, haciendo paradas en cada pueblo, sale a la media noche y llega a Guadalajara al día siguiente. Por tanto, tengo toda la mañana y la tarde para hacer un poco de dinero. Por la tarde logro vender mis pertenencias. Lo más cerca de la totalidad es estar sin nada. Me siento, desnudo, libre. Solo yo me pertenezco y el mundo. Pude dormir, en un bus, en un techo, fui un bebe otra vez.

Amanece y llego a !Guadalajara, Guadalajara! De las pocas monedas que me sobran busco un café Internet en el centro. Escribo en mi muro de Facebook: “Broke but happy” para todos mis amigos. Envío un correo a mi madre, preguntándole por mis dos perros a quienes no he visto en dos meses. Mando saludos. Aprovecho la otra media hora para googlear como aprender a interpretar el futuro en una taza de café.


Así es como entro a un Sanborns, veo a un chico joven de oficina, como de 22 años, contemplando su taza de café. Mi víctima. Me acerco y le digo que yo leo su taza. No tenia idea de lo que estaba haciendo. Lo que no sabía es que mi predicción estaba por cumplirse. El me dice que quiere saber que va a pasar en las próximas horas. Volteo la taza colocándola boca abajo sobre un plato, espero cinco minutos y mientras tanto fijo mis ojos en los suyos. Curiosamente se formo una imagen fálica que indicaba pasión, lujuria y arrebato. El chico pago la cuenta, me tomo de la mano y me subió su pequeño carro escarabajo color plateado. Manejó apenas dos o tres cuadras ya que tan pronto encontramos el primer hotel de mala muerte nos bajamos con premura y entusiasmo, ambos admirados de nuestra propia valentía y espontaneidad.


El hotel por nombre “La Cachonda”, era interesante. Con las paredes color peach o en castellano pitch, un afiche de calendario en el centro de la habitación que evocaba un paraíso caribeño, un catre y su sabanita color crema, ventilador, tv/cable y una ducha muy pequeña con agua caliente. Me gustaba el contraste entre el cuarto de mala muerte, el chico oficinista de zapatos bien lustrados, con calcetas en combinación con su corbata y más tarde me daría cuenta que también con su ropa interior.


Al final de cuentas no necesitábamos más que cuatro paredes ya que lo hicimos en el suelo. Su cuerpo extraño y nuevo contra el mío y el suelo frío y las ropas tiradas que hacían de nuestra escena un kaleidoscopio humano. Su tez blanca en contraste con mi piel trigueña. Si, me lo hizo con lentes y tampoco se quito los calcetines. Era un típico oficinista. Yo que no estoy acostumbrado a recibir un monster cocks lloraba, lloraba del placer, lloraba del dolor. Necesitaba gritar su nombre, pero no lo sabia. No quería preguntarle y arruinar el momento así que de la nada como por instinto salio de mi boca el nombre Alejandro. Lo repetía y repetía, no quería parar. Talvez era mi acento agudo por el dolor, pero creo que le excitaba que le llamara por ese nombre, Alejandro…


Se nos fue la tarde, teníamos sed, hambre, sueño por lo que decidimos salir a comer. El chico manejo hacia la avenida Chapultepec. Cuando por el entramos a Ambia, un veggie lounge bistro bar, me entere que ambos somos vegetarianos comprometidos por el amor a los animales. El era de pocas palabras. Pero después de semejante revolcada había ya en ambos cierta seguridad y confianza. Por esa noche fui su consentido, ordene todos los platillos que mi presupuesto jamás hubiera podido alcanzar. Toda la comida orgánica hecha con productos de cooperativas campesinas. Fue mucha comida, fue mucho placer, pero queríamos más. Otra vez corría en nosotros una electricidad. Me quería mover, bailar.


Él me llevó a La Diska. Un lugar ecléctico, parafernalico y divertido en el centro histórico, con tres ambientes y un cuarto oscuro.Conocí a sus amigos, diseñadores, emos, lesbianas, productores, abogados. No me lo esperaba, pero todo fluyo muy bien. Bailamos, nos emborrachamos, nos dimos tachas y poppers. De pronto este oficinista se convierte en ángel. Hermoso, despeinado, sus lentes opacos por la bruma de su propio sudor, su corbata deshecha y su playera con un par de botones desabrochados haciendo ver ligeramente los pelos de su pecho. Pero lo divino era su sonrisa extasiada, feliz.


Para ese entonces, él ya sabia que yo era nómade, espontáneo y libre. También le conté algunas de mis aventuras en este viaje clandestino hacia ninguna parte. El estaba intrigado.

Uno de sus amigos, Meme, es un famoso diseñador post-pop avant-garde, que viste a las estrellas de MTVLA y TELEVISA. Como a las 3am, ya cerrando la discoteka, nos invitaron a un after en su depa, obvio. Ahí conocí a Ezequiel, un chico punk que de inmediato en mi vio la libertad. Me dijo viéndome a los ojos: cuidado. Me intrigue, quise platicarle. Ya en tachas, poppers, alcohol y cocaína, muy fácilmente me sale lo charlatán. Fue fácil entonces hablar con el de política, de cine, de viajes, de anarquía y de placer. Fue fácil entonces también escaparnos de la muchedumbre, encontrar un cuarto, desvestirnos y cogernos. Deseábamos satisfacernos, llenándonos de nuestras insatisfacciones. Nos mordimos, fue violento, me pego, no pude no callar. Copulamos como dos gatos, gemimos, protestamos. No habrá verdadera revolución sin una auténtica revolución sexual me decía mientras su sudor caía en mi pecho. Sexo político le hubiera llamado a tal acontecimiento.


Justo antes de que pudiéramos acabar, Anny, una de sus amigas abre la puerta. Nos cachan en infraganti. Afuera el ambiente tenso, el chico punk resultaba ser muy MUY amigo de Alejandro, el oficinista. Yo gitano-punk y migrante clandestino no tenía nada que ver ahí. Como Ezequiel no quería verse traicionando su lealtad hacia Alejandro y parecía como si estuviese enamorado de él también. Ezequiel, el mismo chico rebelde, punk y anarquista dice entonces que esta muy borracho y en el mismo segundo rompe el llanto y alega que yo lo quise violar. Entonces su amiga Anny, lesbiana, de baja estatura, emo y simpática, grita. Todos nos ven y se dan por entrados. Todos.


Alejandro llora desconsolado junto a Ezequiel, su amigo. Alguien llama a la policía, el sol esta por salir, sus amigos me arrojan cuadros, macetas, vasos. Siento mucha pena por el dueño del loft. A lo lejos veo una ventana. Escucho que ya vienen las sirenas. Sin papeles y clandestino. No quería ser deportado, no quería ser violado en un preventivo por dos carniceros y al mismo tiempo. Lo bueno es que de goma y borracho uno es mas aguado. Así fue como salte por la ventana desde un segundo piso y me fui corriendo de esa ciudad, sin ver atrás, como Lot, el elegido de Dios, huyendo de la castigada Sodoma y Gomorra.

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